jueves, 25 de abril de 2019


Pensaba que mientras más largo se hacía el camino, más le castigaba el peso de las evocaciones. Estas llegaban como gigantescos pájaros que se posaban sobre sus bártulos llenos de historias. Casi siempre ocurría cuando escuchaba alguna canción. Parecía que aquellas aves extrañas poseían un don más extraño aún, que en su rareza, les permitía advertir la aparición de su lado más melancólico, más nostálgico, más humano, y surgían entonces así, como de la nada, daban varios círculos sobre sus imaginados momentos hasta descender y posarse en cualquier cara, en cualquier calle, en cualquier risa o en cualquier llanto, en cualquier abrazo e incluso en cualquier beso. Entonces permanecían allí, calladas, hasta que él las espantaba con los gestos, con las palabras, con el cansancio.
A.C.

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