Y uno más uno dejaron de ser diez
para volver a ser dos. Renunció a creer que el cielo era morado cuando comprobó,
tras abrir los ojos con despertar de asombro, que seguía siendo azul. El mar ya
no mostraba aquella triste e impuesta escala de grises y la noche le devolvió la luna llena tras cien
eclipses de palabras huecas y gestos duros.
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